Las víctimas.

- ¡Lo que quiero saber es dónde están!-

Dar un puñetazo en la mesa no era la mejor estrategia. Menos aún para un inspector con tantos años en el cuerpo. Pero es que las maneras de aquel muchacho, tan educado, le sacaban de quicio. Había matado a quince compañeros a lo largo de seis años. Y tras las pruebas forenses, admitido ser el autor de todos los crímenes. ¿Por qué tardaba tanto en decirle dónde estaban los cuerpos?

- Pero inspector, si llevo diciéndoselo desde el principio.

Y entonces cayó en el significado de aquel gesto, aparentemente banal. De ese frotarse la barriga, lentamente y en círculos, de quien se ha quedado satisfecho tras su almuerzo.